7 de marzo de 2007

La condesa descalza

Tiempo atrás salí a comprarme zapatos. Caminé veredas y desanduve vidrieras, malhumorada.
Nunca es fácil ensamblar comodidad, necesidad, variedad, calidad y buen gusto, con disponibilidad (monetaria).
Iba malhumorada, decía, y entré en Fray Mocho para despuntar el vicio. La parada en una librería es una escala obligada, una especie de Atalaya en medio de mi ruta urbana, que permite tocar y oler las medialunas aunque no las coma. Pero mi alma de gorda no resistió, Borges me guiñó su ojo ciego y sucumbí.
Regresé tan feliz a casa con su Obra poética que me lo dediqué y todo; como corresponde cuando se regala un libro.
¿Los zapatos? Otra vez será.
Total no tengo los pies sobre la tierra.
Todo el mundo sabe.



(y mientras encuentro a "La descalza jadeante" de Amelia Biagioni cuelgo lo que sigue)
Le dirás, quien pregunta es la descalza jadeante que escribe sin fatiga / su palabra de asombro y ahuyenta el humo de las voces tibias.
Adiós (Poema en memoria de Amelia Biagioni ) de Yoli Fidanza.

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